Cada año, los colegios maristas de España eligen un lema común que nos guía, como un faro, a lo largo del curso. El primer día de septiembre nuestro colegio y la comunidad de hermanos nos recibía con un “Estás en casa” bien grande y nos invitaba a cruzar un umbral para el que Gabriel, como buen arquitecto, había construido la fachada de una casa, toda puerta para acogernos. ¡Si hasta el felpudo rezaba Estás en casa!
Estás en casa son las palabras mágicas que te dice alguien cuando visitas su hogar y quiere darte una verdadera bienvenida. No eres invitado, eres uno de la casa. Y ese es el grado máximo de la hospitalidad, la sagrada hospitalidad de los griegos, cuya no observancia los dioses se negaban a perdonar, de ahí Troya.
Estás en casa es esa incomparable dulce sensación que uno tiene al entrar por la puerta…por muy bien que hayan estado las vacaciones. Es sentirse seguro, cómodo, querido y atendido. Es en casa donde primero aprendemos a hacer nuestras tareas y a ser responsables, pero también donde primero aprendemos a amar, a ayudar y a superar las pequeñas dificultades del día a día. Y en nuestro colegio, marista de espíritu, es, además, volver a la mesa vieja, de madera irregular y orgánica donde todos eran iguales, todos se turnaban para servir, todos llegaban y se iban en el mismo momento. Todos eran uno en la comunidad de Marcelino y se sabía quien era superior porque era el que más se entregaba.
¡Que alegría saberse en casa, con los nuestros! La Buena Madre y San Marcelino nos ayudarán, seguro, a que estos sentimientos se prolonguen todo el curso.