Los maristas somos los que educamos a los niños del colegio como si fuéramos Marcelino Champagnat. Los maristas somos los que atendemos a las familias, los que nos ocupamos de la comida o de las instalaciones. Los maristas somos los que venimos al colegio.
Ahora, los maristas somos los que hemos aprendido presencia, cercanía, amor al trabajo y a María, y hacemos las cosas desde ese código de vida que nos legó nuestro fundador. Ahora, los maristas consagramos nuestra vida a Dios o consagramos nuestra vida a los demás por medio de la educación.
Los maristas somos los que vivimos en la vivienda que hay en la última planta. A esa vivienda la llamamos comunidad, aunque también empleamos esa palabra, comunidad, para hablar del conjunto de todos los maristas de nuestra obra educativa.
Los que vivimos en esa vivienda, en esa comunidad, decidimos, un día, dedicarnos a amar a Jesucristo por medio de una misión muy concreta: la de educar a los niños y jóvenes, especialmente a aquellos que más necesidad presentan.
Los maristas somos los que tenemos todo preparado a las ocho de la mañana que es cuando llegan los niños y niñas, que es cuando llega la alegría a nuestra casa. Los maristas rezamos con ellos y les enseñamos lo que pone en los libros y les enseñamos lo que somos. Les enseñamos nuestra fe.
Los maristas somos los que nos reunimos tantas veces en el cole aunque no trabajemos en él. Cada uno trabaja en su sitio, según su vocación, pero sentimos que tenemos en común una llama interior que tiene que ver con la humildad, la sencillez y la modestia, que ilumina nuestro corazón y que, también, ilumina al colegio.
Los maristas somos esos jóvenes que nos ocupamos de que otros jóvenes hagan de su vida un camino de seguimiento de Jesús. Siempre andamos por el cole, entramos y salimos, y preparamos un montón de actividades para los grupos de amistad que forman tantos y tantos alumnos.
Los maristas somos nosotros. Somos todos nosotros. Nos reconocemos como tales y nos reconocen como tales. Nos reconocen personalmente y, lo que es más importante, nos reconocen como comunidad de comunidades porque aquí, en Chamberí y en cualquier obra marista, la comunidad marista, formada por hermanos, personas laicas, grupos o fraternidades, se ocupa de que esa llama que llevamos dentro arda, ilumine, anime y entusiasme la misión que soñó Champagnat. Compartimos su sueño y creemos en nuestro propio futuro: un futuro lleno de pasión por educar, de pasión por evangelizar, de pasión por compartir.
José María Sanz