De toda la vida de Dios el mes de mayo es el mes de María. Eso ocurre, al menos en nuestro hemisferio. Nosotros, en el colegio, lo celebramos siempre: los niños y niñas, las personas que trabajan aquí, los hermanos de la comunidad, las familias, los maristas todos, lo celebramos recordando muchas de sus advocaciones y muchos pasajes de su vida y muchos pasajes de la vida de Jesús y muchos pasajes de nuestras vidas en los que la Virgen María se nos hace presente y necesaria, como si fuese nuestro recurso ordinario que así, como recurso ordinario, es como se refería ella Marcelino Champagnat en tantas ocasiones.
Por la mañana algunos niños traen flores, que se van turnando en cada clase para hacer esa ofrenda al empezar la jornada. Y aunque solo sean algunos cada día, en realidad venimos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es. Y así se lo cantamos.
¿Y el día 13? Pues el día 13 nos acordamos de que la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iria y se les apareció a tres pastorcitos a quienes descubrió, vestida de blanco y más bella que el sol, el misterio de su corazón.
Nuestra tradición mariana impregna nuestro estilo educativo y nuestro estilo de vida, y nos gusta que sea así porque queremos tener un modelo cercano y humano que nos congregue en torno a Jesús. Los educadores de Chamberí nos empeñamos en enseñar a los niños y niñas a honrar y amar a María, en enseñarles a imitar a la buena Madre con actitudes de escucha a los demás, y compasión y solidaridad.
Hacemos que en el colegio siempre haya motivos y frases religiosas que nos recuerden a nuestra Madre. Procuramos impregnar de valores marianos las distintas actividades y los espacios escolares y enseñamos y aprendemos, a la vez, a agradecer lo que recibimos de Dios cada día. Les hablamos a los chicos con frecuencia de ella como camino para llegar a Jesús y les proponemos imitarla en su actitud de escucha y respuesta a Dios. En resumen, les animamos a tenerla como modelo e inspirarnos en sus actitudes de humildad, sencillez, olvido de sí y respeto.
Es una preciosidad ir caminando por un pasillo de Primaria y escuchar eso de: “tengo en casa a mi mamá, pero mis mamás son dos: en el cielo está la Virgen, que es también mamá de Dios. Las dos me quieren a mí, las dos me entregan su amor. A las dos las busco y las llamo y a las dos las quiero yo. Cuando llamo a mi mamá ella viene sin tardar. Mi mamá del cielo viene si me acuerdo de rezar. Cada día mi mamá me da un beso al despertar. En el alma llevo el beso de mi madre celestial”. También es precioso encontrarte en el patio con todos los de primero de la ESO, o con los de Bachillerato, o con cualquier curso, sentados ante su imagen, presentando sus personas, sus problemas, sus anhelos y sus ilusiones.